Los puertos deportivos tienen la responsabilidad de dinamizar la náutica.
Puedes leer el artículo o escucharlo a través de mi canal de podcast.
A lo largo de la historia, durante los tiempos convulsos donde el equilibrio económico y social se desvanecían, la empatía y el colaboracionismo se convirtieron en cuadernas maestras donde asentar la resiliencia.
En el presente actual, la naturaleza está breando nuestro concepto de sociedad y trabajar en equipo se ha vuelto imprescindible para devolver el equilibrio al estado del bienestar.
Durante estos meses he hablado, me he reunido, más virtualmente que fisicamente, y escuchado a un buen número de empresarios, impulsores y organizadores de eventos náuticos que siguen luchando por llevar adelante sus planes, asumiendo la responsabilidad de mantener vivos todos esos proyectos que hasta hace unos meses eran viables, productivos y eficaces herramientas de dinamización de la economía del sector nautico deportivo.
Pero tristemente, en un efecto dominó, un buen número de esos proyectos han ido confirmando su desaparición o cancelación, en el mejor de los casos, durante el 2020.
No soy partidario de las generalizaciones, ya que hay entidades con energías diametralmente opuestas a las que pongo el foco en estos momentos pero en un porcentaje nada despreciable, la desidia de las sedes, sean clubes náuticos o marinas han tenido mucho que ver para que esos proyectos no estén teniendo su continuidad.
En vez de empatía y colaboracionismo, muchos eventos deportivos se han encontrado con presidentes egocéntricos y juntas directivas amateurs. La falta de lectura y el cortoplacismo han provocado tomas de decisiones desacertadas que han dinamitado la imagen de esas entidades a las que representan. En un momento donde trabajar por el bien común de la sociedad toma, si cabe, un valor aun más determinante, algunos sólo han pensado en lo que, posiblemente, habrá sido su última foto.
Y los pocos eventos, de esos valientes equipos que han logrado sacar adelante sus proyectos, tampoco lo han tenido fácil ya que los egos de esas sedes, que se engendran de la mediocridad, han exigido grandes dosis de paciencia y profesionalidad para llevarlos a buen puerto. Todo esto sin sumar el desafío que supone acomodarse a las normas sanitarias derivadas del Covid-19.
Parece que hay que recordarles a esas sedes que los reinos de taifas son modelos trasnochados y que el mundo que avanza navega a través de las sinergias colaborativas y el espíritu de equipo.
Los puertos, marinas y clubes náuticos son espacios para generar actividad sectorial, ya sea industrial, turística y/o deportiva. Y por ello tienen la responsabilidad de fomentar el desarrollo de todo tipo de actividades que promuevan su dinamización.
En tiempos complejos como los que vivimos debemos apoyar y proteger, a esos valientes que siguen navegando, de las ratas de sentina que tan sólo les interesa salvarse ellas saltando del barco cuando las cosas se ponen feas.
Articulo publicado en el periódico ABC el 25 de junio de 2020.