La ley del miedo intenta coartar cualquier voluntad transgresora.
De todos es sabido que el miedo es una de las fuerzas más poderosas, logrando paralizar pensamientos y acciones de aquel que la sufre. La ley del miedo es invisible como un gas letal, pero de una efectividad tal que el ser humano ha dedicado, y dedica, muchas energías para hacerse con esta arma tan poderosa.
Y lo más terrible es que esta Ley no tiene un núcleo definido y dispone de un gran poder de adaptación que la hace efectiva para cualquier aspecto de la vida de cualquier ser animado.
Además, no nos engañemos, ya que esto no es cosa sólo de las grandes esferas de poder, todo el mundo, consciente o inconscientemente, ha tendido a utilizar la Ley de Miedo en beneficio propio.
Y el mundo marítimo no iba a ser una excepción, atreviéndome a decir que la Ley del Miedo hizo su master particular en el mar. Bucaneros, vikingos, piratas y corsarios ya la utilizaban para aumentar su poder sobre el prójimo. Y antes de ellos, otros marineros de mal vivir en épocas más lejanas.
En la actualidad, el problema es que esos «marineros de mal vivir» ya no llevan parche en el ojo y se mueven entre muelles, pantalanes, playas y despachos con la arrogancia del que sabe que tiene la sartén por el mango.
Una situación mucho más peligrosa de lo que pensamos ya que todos aquellos que utilizan la Ley del Miedo para mantener su estatus de poder son, en un altísimo porcentaje, seres mediocres y en muchos casos, despreciables, que utilizan el acojonamiento del personal para que nadie se les suba a las barbas y alguien más preparado les levante la silla, momento en el cual serían vilipendiados por sus semejantes, ratas de sentina, sintiendo la punta afilada del alfanje en su espinazo obligándole a avanzar sobre el tablón hacia la inmensidad del mar, donde caerían en el olvido más profundo…
Pero todo no está perdido… Cada vez en más lugares de las costas españolas me estoy encontrando con personas muy inteligentes, y con gran amor por el mar, que empiezan a sentir la necesidad de expresarse y dar a conocer su punto de vista sin que les importe encontrarse con algún palo en sus ruedas… Marineros valientes que no tienen miedo a debatir constructivamente y sobretodo, no se ven amenazados por que alguien piense diferente a ellos, intentando crecer con los argumentos del otro.
Lo único que falta es que estas pequeñas células aisladas logren unirse, cosa francamente complicada, consigan organizarse y formen el inicio de esa punta de lanza que haga que el mundo marítimo sea liderado por la inteligencia, la moralidad y la ética, que falta le hace.
Este artículo se publicó en el periodico ABC el 15 de agosto de 2017.