La comunicación náutica en España sigue tambaleándose.
En la vida todo son ciclos y cada uno demuestra la pasta de la que está hecho en esos momentos donde el tiempo se revela desfavorable. Puedes ser honesto o deshonesto, de fiar o un pájaro de narices, constructivo o destructivo,.. Al final que seas buena gente o un mala sombra dependerá de tu naturaleza y de como te haya tratado la historia.
Las memorias de este breve inicio de milenio se pueden resumir en crisis económicas, cultura de la mediocridad y pandemias que se traducen en algo agotador … Y eso que estamos en el sitio donde más brilla el Sol.
El sector de la comunicación náutica lleva navegando por aguas tortuosas desde ya hace más de una década, donde hemos visto desaparecer notables medios e iniciativas que han obligado a sus profesionales a buscarse la vida de la forma más honrosa posible.
Una vez más, características como la determinación, la disrupción y la innovación, a parte de la correcta toma de decisiones, están demostrando ser decisivas para que proyectos en peligro recuperen el planeo, alejándose de los egos que les generan el soberbio espejismo de intentar mear a barlovento.
En lo que llevamos de año se han vivido unos cuantos capítulos dentro de la prensa náutica que me llevan a confirmar que estamos en un barco haciendo agua y que ya se ha lanzado la voz de «sálvese quien pueda». Un grito que ha azuzado a los cronistas de los corsarios a intentar arramblar con todo lo que brilla sin tener en cuenta que los galones a bordo siguen manteniendo el porte y el liderazgo hasta que la nave se hunde por completo, y que pueden llegar a tomar heroicas decisiones por el simple hecho del bien común.
En esta ocasión los oportunistas han errado al sentirse lo suficientemente poderosos como para osar mear a barlovento sin temer las consecuencias, teniendo que abandonar el barco, para su vergüenza, rociados por su propio orín. Pero lo preocupante es que esta acción salpica a todo el que se encuentra a sotavento, impregnándolo con su olor. Una fetidez que sirve de reclamo a otras sabandijas para probar suerte.
Lo que está claro es que este tipo de personas siempre están tanteando la situación en busca de la oportunidad para volver a intentarlo y si encuentran a un corsario enseñándoles la bolsa de oro y un mar el calma, cuidado que a lo mejor su ego sale reforzado.
Mientras tanto los corsarios de la comunicación siguen afilando sus sables y tramando estrategias en busca de su propio beneficio, sabiendo que para ello necesitan de estos cronistas afines infiltradas en la náutica y a un ejercito de fenicios para llevar a cabo sus planes.
Por suerte el sector de la comunicación náutica se ha construido en base a los profesionales y por muchos fenicios que se entreguen a la causa, tendrán complicado comerciar sin poner en valor a los periodistas que llevan décadas cultivando la confianza del entramado náutico en España y con los que han superado varios ciclos de vida.