Esta pandemia nos fuerza a ser rebeldes.
Puedes leer el artículo «Pandemia disruptiva» o escucharlo a través de mi canal de podcast.
Hoy se cumplen doscientos veintiocho días desde que España entró en cuarentena debido a la pandemia del Covid-19. Un tiempo que nadie va a olvidar en el que casi todos los modelos establecidos han cambiado.
La disrupción o la transformación abrupta es un concepto que acuñó Clay Christensen, profesor de la Harvard Business School, a finales del siglo pasado y se ha convertido en la actualidad en un comportamiento obligatorio para vivir en esta traumática época.
Necesitamos imperiosamente nuevos patrones donde anclar la confianza ante los profundos cambios que nos ha ido obligando el ‘bicho’. Webinars náuticos y cursos online de lo más variopintos han transformado la forma de interactuar con nuestros compañeros de pantalán. Sin embargo, poco estamos haciendo para convertirnos en personas disruptivas. Una capacidad no innata que te facilita vivir frente al desconcierto, la incomodidad y la incertidumbre actual.
Hemos oído hasta la extenuación en estos últimos 228 días que es el momento de reinventarnos, de adaptarnos y ser resilientes. Y la verdad es que tenemos que entrenar para llegar a sentirnos cómodos viviendo continuamente al borde del abismo, o eso es a lo que nos lleva la actitud disruptiva.
Esta pandemia nos ha expulsado de la zona de confort y la única forma de recuperarla es a través de una apuesta clara por la sostenibilidad y la inversión en nuevas tecnologías. Un asunto en el que en la España náutica queda mucho por hacer.
Apoyando esta tesis, la misma Organización Marítima Internacional ve como imperativo reforzar la formación de los trabajadores, apoyándose en las nuevas tecnologías y defendiendo los modelos de gestión que aboguen por la sostenibilidad.
En estos momentos, el que consiga ser capaz de cambiar los reglas del juego y hacerlas firmes en un modelo de negocio tiene mucho ganado. Conseguirá ser la referencia en este insólito ciclo que acabamos de comenzar a navegar.
Sin embargo, tengamos claro que conseguir ser disruptivo es también una actitud. Esta característica psicológica va emparejada con la disconformidad. Pero también tiene su cara oculta. En cualquier proceso disruptivo que conduzca hacia un nuevo proyecto, producto o servicio que ponga en jaque las reglas establecidas, tenemos que asumir un alto índice de fracaso. Si no somos capaces de asumirlas a nivel empresarial o personal derivarán en episodios de frustración.
Por eso los expertos recomiendan acometer estas transformaciones haciendo foco en procesos relacionados con la innovación. No es mejor momento para investigar ni desarrollar, pero si lo es de innovar y rediseñar.
En un siglo hemos pasado de un modelo en el que el pez grande se comía al chico a uno en el que el rápido devora al lento. ¿Ha llegado el momento del pez disruptor?