Somos un país que ponemos en valor a los astutos.
Ensalzamos a esos bribones que logran bailar con las reglas en su propio beneficio pese a que, curiosamente, nos afecte directamente. Un buen paradigma de esto lo encontramos en las colas. Los españoles vemos una cola, y no la vemos como el resto de Europa. A nivel físico, nuestras colas no tienen nada que ver con las colas que se hacen en Alemania, Suecia u Holanda. En Reino Unido, por ejemplo, hacer cola es casi una ley no escrita marcada a fuego desde la Revolución Industrial y potenciada después de la II Guerra Mundial, cuando la gente hacía cola para abastecerse de víveres. Los británicos hacen colas estructuradas, rectas y generalmente pausadas.
En cambio nuestras colas son geométricamente irregulares, una especie de caos organizado, pero donde cada uno sabe detrás de quién va. A nivel mental nuestras colas se parecen más a las del resto de europeos debido al porcentaje nada despreciable de seres humanos que ven una cola e inmediatamente intentan llevar a cabo todo tipo de estrategias para intentar disminuir su tiempo de permanencia en las mismas.
No obstante, en España lo llevamos a otro nivel. A esa geometría irregular de nuestras colas, que me atrevería a decir premeditada e incitada por los espabilados, le tenemos que añadir esa habilidad pilla llamada picaresca que hace que nuestras colas sean mucho más entretenidas…
En nuestra idiosincrasia viene implícito ver una cola, como la del cine, la panadería, la del embarque «Priority» de Ryanair o la de vacuna del Covid-19 y buscar la forma de colarnos.
Unos lo hacen de forma activa y otros más pasivamente. Los activos pueden adoptar diversas tácticas como la maniobra del despistado, últimamente muy utilizada por políticos y el clero, o los más sinvergüenzas que teatralizan cualquier tema para tomar la directa.
Durante estos meses todas la federaciones de deportes de agua están en elecciones. Muchos candidatos han vuelto a pedir la vez, revalidando su cargo y otras, como la de la Real Federación Española de Vela están en pleno proceso donde dos nuevos candidatos hacen cola frente al estamento federativo.
Júlia Casanueva, la actual presidenta, se coló en la presidencia de la la RFEV a través de una moción de censura. Un procedimiento legal pero poco idóneo. Posteriormente salió reelegida instaurando un modelo que va a carecer de continuidad al no presentarse a esta nueva elección. Los nuevos candidatos a la RFEV están a la espera de saber quién será el que dirija la vela en España. Están ante esa calma tensa de cuándo será su vez. ¿Quién será el astuto que se colará al gobierno de la vela española?