Los clubes náuticos españoles se encuentran en situación de desamparo.
Un puerto se define en España como «el conjunto de espacios terrestres, aguas marítimas e instalaciones que, situado en la ribera de la mar o de las rías, reúne las condiciones físicas (naturales o artificiales) y de organización, que permite la realización de las operaciones de tráfico portuario y ha sido autorizado para el desarrollo de estas actividades por la Administración territorial competente».
Dentro de los puertos españoles, se diferencian entre puertos comerciales, aquellos donde puedan desarrollarse actividades comerciales portuarias (carga, estiba, desestiba, etc), tráfico de pasajeros, avituallamiento y reparación de buques, y puertos no comerciales que incluyen puertos pesqueros, puertos deportivos y zonas de abrigo en caso de temporal.
Los puertos comerciales están regulados a través del estado y los no comerciales tienen delegadas las competencias a las comunidades autónomas. En este punto, llega la confusión.
En la actualidad nos encontramos ante la situación vergonzosa de gran número de clubes náuticos donde, a falta de renovación de sus concesiones, se les está manteniendo ante una situación crítica.
Esto se debe a la conexión de dos aspectos truculentos: En primer lugar la desidia política para resolver esta situación, reteniendo el sistema en busca de mejorar exponencialmente las ganancias de sus arcas sin, una vez más, empatizar sobre el bien común, esperando el interés de la empresa privada para que se luche por una licitación al alza donde los clubes náuticos tienen todas las de perder.
En segundo lugar, se encuentra el anquilosamiento de los clubes náuticos, entidades sin ánimo de lucro cuya existencia se fundamenta en la promoción de los deportes náuticos y las prácticas medioambientales respecto al medio marino. La administración pública, animada por empresarios sin escrúpulos con el único objetivo de seguir amasando fortunas para comprarse yates que les hagan crecer sus atributos, argumenta que los clubes náuticos se han convertido en reinos de taifas donde no se cumplen los objetivos fundacionales marcados y donde lo único que hacen sus socios es jugar al dominó y fumar puros.
Pudiendo confirmar personalmente que aún existe, se está utilizando como una falsa generalidad empujando al abismo y la indefensión a muchas decenas de clubes náuticos en España. Un ejemplo meridiano de esta situación es la que vive el Club Náutico de Altea, al cual le expiró la primera concesión en el año 2000 y que desde ese momento le ha sido imposible iniciar el correcto proceso de renovación.
En la actualidad se encuentra ante una bochornosa y grotesca renovación mensual de la concesión que los hace poco menos que inoperativos, además de haberles multiplicado por cinco el canon anual poniendo en peligro su propia existencia y con ello una labor de cuarenta años en favor del deporte y el medio ambiente marino.
Este artículo se publicó en el periódico ABC el 1 de noviembre de 2018.